Amado Nervo



AMADO NERVO


(José Amado Ruiz de Nervo; Tepic, Nayarit, 1870 - Montevideo, 1919) Poeta mexicano. Hizo sus primeros estudios en el Colegio de Jacona, pasando después al Seminario de Zamora, en el Estado de Michoacán, donde permaneció desde 1886 hasta 1891.

Poeta y prosista, el valor de su prosa desmerece, sin embargo, si se la compara con sus producciones en verso. Nervo es, efectivamente, un auténtico poeta modernista, verdadero hijo literario de Rubén Darío, plenamente mexicano; las intuiciones religiosas de su juventud le inspiraron las páginas de sus Perlas Negras y sus Místicas (1898), en las que puede encontrarse su célebre A Kempis, cuyo encendido lirismo no podría ya superar el poeta.


Más tarde, su mexicanidad se atempera por su estancia y sus contactos en París; la influencia francesa y, sobre todo, la española y la latinoamericana, concretada en el indiscutible maestrazgo de Rubén Darío y Leopoldo Lugones, confieren al espíritu, el sentimiento y la obra de Amado Nervo una dirección menos mística, unas preocupaciones menos religiosas, aunque impregnadas de un panteísmo que le da mayor universalidad, un pálpito más liberal y humano.


Todas sus producciones muestran un exquisito refinamiento, una indiscutible preocupación por la perfección de la forma y el absoluto protagonismo de la estrofa dentro de la escritura.




OBRAS:


POR ESA PUERTA 


Por esa puerta huyó diciendo :«¡nunca!» 
Por esa puerta ha de volver un día ... 
Al cerrar esa puerta dejo trunca 
la hebra de oro de la esperanza mía. 
Por esa puerta ha de volver un día. 

Cada vez que el impulso de la brisa, 
como una mano débil indecisa, 
levemente sacude la vidriera, 
palpita más aprisa, más aprisa, 
mi corazón cobarde que la espera. 

Desde mi mesa de trabajo veo 
la puerta con que sueñan mis antojos 
y acecha agazapando mi deseo 
en el trémulo fondo de mis ojos. 

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo, 
he de aguardar con la mirada incierta 
a que Dios me devuelva compasivo 
a la mujer que huyó por esa puerta? 

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales 
empujados por sus manos ducales, 
y, con su beso ha de llegar a ellas, 
cual me llega en las noches invernales 
el ósculo piadoso de una estrella? 
¡Oh Señor!, ya la pálida está alerta; 
¡oh Señor, cae la tarde ya en mi vía 
y se congela mi esperanza yerta! 
¡Oh, Señor, haz que se abra al fin la puerta 
y entre por ella la adorada mía!... 
¡Por esa puerta ha de volver un día!




El amor nuevo


Todo amor nuevo que aparece

nos ilumina la existencia,

nos la perfuma y enflorece.


En la más densa oscuridad

toda mujer es refulgencia

y todo amor es claridad.

Para curar la pertinaz

pena, en las almas escondida,

un nuevo amor es eficaz;

porque se posa en nuestro mal

sin lastimar nunca la herida,

como un destello en un cristal.


Como un ensueño en una cuna,

como se posa en la rüina

la piedad del rayo de la luna.

como un encanto en un hastío,

como en la punta de una espina

una gotita de rocío...


¿Que también sabe hacer sufrir?

¿Que también sabe hacer llorar?

¿Que también sabe hacer morir?


-Es que tú no supiste amar...



El día que me quieras


El día que me quieras tendrá más luz que junio;

la noche que me quieras será de plenilunio,

con notas de Beethoven vibrando en cada rayo

sus inefables cosas,

y habrá juntas más rosas

que en todo el mes de mayo.


Las fuentes cristalinas

irán por las laderas

saltando cristalinas

el día que me quieras.


El día que me quieras, los sotos escondidos

resonarán arpegios nunca jamás oídos.

Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras

que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.


Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,

luciendo golas cándidas, irán las margaritas

por montes y praderas,

delante de tus pasos, el día que me quieras...

Y si deshojas una, te dirá su inocente

postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!


Al reventar el alba del día que me quieras,

tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,

y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,

florecerán las místicas corolas de los lotos.


El día que me quieras será cada celaje

ala maravillosa; cada arrebol, miraje

de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,

cada árbol una lira, cada monte un altar.


El día que me quieras, para nosotros dos

cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.



El primer beso


Yo ya me despedía.... y palpitante

cerca mi labio de tus labios rojos,

«Hasta mañana», susurraste;

yo te miré a los ojos un instante

y tú cerraste sin pensar los ojos

y te di el primer beso: alcé la frente

iluminado por mi dicha cierta.


Salí a la calle alborozadamente

mientras tu te asomabas a la puerta

mirándome encendida y sonriente.

Volví la cara en dulce arrobamiento,

y sin dejarte de mirar siquiera,

salté a un tranvía en raudo movimiento;

y me quedé mirándote un momento

y sonriendo con el alma entera,

y aún más te sonreí... Y en el tranvía

a un ansioso, sarcástico y curioso,

que nos miró a los dos con ironía,

le dije poniéndome dichoso:

-«Perdóneme, Señor esta alegría.»



No sé quién es

¿Quién es? -No sé: a veces cruza

por mi senda, como el hada

del ensueño: siempre sola...

siempre muda... siempre pálida...

¿Su nombre? No lo conozco.

¿De dónde viene? ¿Do marcha?

¡Lo ignoro! Nos encontramos,

me mira un momento y pasa:

¡Siempre sola...! ¡Siempre triste...!

¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!


Mujer: ha mucho que llevo

tu imagen dentro del alma.

Si las sombras que te cercan,

si los misterios que guardas

deben ser impenetrables

para todos, ¡calla, calla!


¡Yo sólo demando amores:

yo no te pregunto nada!


¿Buscas reposo y olvido?

Yo también. El mundo cansa.

Partiremos lejos, lejos

de la gente, a tierra extraña;

y cual las aves que anidan

en las torres solitarias,

confiaremos a la sombra

nuestro amor y nuestras ansias...




En paz


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;


porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales, coseché siempre rosas.


...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!


Hallé sin duda largas noches de mis penas;

mas no me prometiste tú sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...


Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

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